Roma ciudad verde
La capital de Italia es la ciudad de Europa con más espacio público verde. Cuenta con más de 300.000 árboles, de los cuales la mitad en las calles. En total son 87.000 hectáreas de verde, lo que equivale al 68 % del territorio de la ciudad. Cuando se pasea por Roma, se encuentran árboles por doquier, así como pequeños y grandes parques por todos los barrios.
Es difícil que hagas una foto sin que aparezcan las colinas boscosas, los árboles o sus ramas. Resulta muy agradable, aunque en contrapartida numerosas aceras están llenas de grietas y ondulaciones producidas por las raíces. En ocasiones el espacio entre el tronco o el alcorque y el borde de la acera o el muro es muy exiguo. Hacer accesibles a las sillas de ruedas las aceras de Roma, cuando aceras hay o no están invadidas por los motorini y los coches, es un desafío imposible.
Pero aunque Roma tiene una gama muy amplia de parques, jardines y zonas verdes, si preguntas a un romano de qué especie es el árbol que tiene delante de la ventana de su casa lo más probable es que le pongas en un aprieto. En descargo, diremos que lo mismo le pasaría a un madrileño (por el contrario, es sorprendente los conocimientos sobre árboles, plantas y flores que tienen los suecos).
¿Cómo se ‘fabrica’ un pino romano?
Observando los abundantísimos y característicos pinos de Roma, inmortalizados en la imaginativa obra musical de Ottorino Respighi, donde hasta se escucha el canto real de un ruiseñor, he acabado por preguntarme cómo han hecho los jardineros para que al cabo de treinta, cuarenta, cincuenta años, o más, los pinos romanos adquieran esa esbeltez y esas copas, con auténtica forma de copa y hasta de melena de caballero del renacimiento.
Francamente, no he conseguido ninguna referencia o publicación al respecto, pero voy a arriesgar el resultado de mis observaciones, a falta de consultar a un jardinero romano en cuanto se me ponga a tiro.
Pienso que el proceso ha de ser algo así:
1) Pódense todas las ramas del tronco de un pino joven hasta dejar sólo dos, o máximo tres, a modo de horquilla abierta o de tres líneas armónicamente divergentes, ramas que han de ser airosas y bien orientadas.
2) A esas ramas de ‘segundo nivel’ se les aplicará el mismo método, de modo que sólo le queden a cada una de ellas al máximo otras tres ramas derivadas, que estén de nuevo orientadas de forma armónica, para que la periferia vaya adquiriendo un diseño lo más semiesférico posible.
3) Supervísese su crecimiento para que durante los siguientes años el tronco y las ramas de ‘segundo y tercer nivel’ se alcen progresivamente limpios y sin derivaciones.
4) Si se produjesen alteraciones, por ejemplo una rama que muere o se retuerce demasiado, introdúzcase una cirugía correctiva mientras se esté a tiempo; de hecho a veces se ven pinos a los que se ha cercenado una de las ramas inicialmente escogidas, incluso en avanzado estado de crecimiento, y se recomenzado con el método en los niveles siguientes.
Cuando vengáis a Roma tendréis suficiente materia para una observación empírica, para así poder validar o contradecir esta hipótesis. Para entonces espero haber consultado a los jardineros de la ciudad eterna sobre lo que hay que hacer para conseguir un pino romano, si es que no es ya una cuestión botánico-genética… En caso de que no vengáis a Roma podéis probar en vuestro jardín o en la costa levantina, donde también hay pinos mediterráneos, los de Guadarrama no creo que sirvan. Eso os dará motivos para vivir longevos, pues se requieren unos añitos para comprobar el resultado.
